Por Daniel Pérez Olmedo
A estas alturas de las redes sociales, para nadie es una novedad que la selva amazónica está siendo calcinada por un incendio de proporciones apocalípticas, destructivo y político, y mientras unos buscan sobrevivir, otros dicen “El Amazonas está disponible para hacer negocio” (Bolsonaro actual presidente de Brasil). Mucho se especula sobre este problema, pero es bien sabido que cuando hay disputa por una tierra, entre querer conservarla como está y transformarla en otra cosa que beneficie al sistema económico dominante, un incendio suele inclinar la balanza al último bando.
Alguna vez escuché de una persona, que le sabe a esto del territorio, acerca del destino del vivero de Santa Cruz en forjadores y Zavaleta, Puebla. Resulta que ese pequeñito pulmón de la ciudad, y hábitat de tlacuaches, cacomixtles, serpientes, lechuzas, pinos y ahuhuetes, siempre ha sido motivo de discordia. Por un lado, están los lugareños quienes defienden el pedacito de tierra por lo que significa: un poco de verde en la mancha urbana, un vestigio del bosque originario de la región y un poco de mucho para nuestros hijos. Y por el otro lado alguien, pretende hacer un centro comercial.
Retomando lo que escuché, aquella persona comentó: “esto va a acabar como siempre, EN LLAMAS”. Surgieron dos pensamientos con la premisa: si se construyera este centro comercial, o se quemara la selva amazónica para sembrar comida (para humanos o para vacas) entonces, por un lado, el fuego, símbolo nomadismo y de la revolución del neolítico, una vez mas se ocupa para DESTRUIR Y LASTIMAR, por otro lado, el político, local o global según el escenario, se puede salir con la suya porque hay un mercado que lo respalda. Vemos como somos víctimas de las leyes de nuestro mercado. El consumismo, el neo-liberalismo y otros "ismos", controlan mucho de nuestro comportamiento y se alimentan de la ignorancia y la confortabilidad.
El poder está en el consumidor, ahí está la verdadera democracia. Y por eso no es de extrañar la cantidad de publicaciones digitales que nos lo recuerdan, los expertos, los científicos y filósofos nos lo están diciendo, algo anda mal en la forma en la que compramos y vivimos. Tenemos un problema. Aceptémoslo. Hola soy la humanidad y soy consumista.
Y entonces que, ¿Dejo todo y me voy al Amazonas? ¿Publico como loco imágenes de incendios tropicales? ¿Elimino la carne de mi dieta, y condeno a los consumidores de proteína animal? Si puede ser, pero también hay que admitir que las personas nos movemos a distintos ritmos y que al menos, la mayoría que conozco, tenemos la intención, pero no sabemos por donde entrarle, y cuando nos ponen expectativas muy grandes simplemente nos damos por vencidos.
Tal vez lo que necesitamos sean recursos, que nos compartan ideas y las hagamos nuestras, empezar por cosas pequeñas e ir poco a poco. Es bien sabido que la crisis planetaria, necesita acciones inmediatas y de muchos sectores, pero también es bien sabido que los humanos necesitamos tiempo para procesar nuestros errores, aceptarlos, asumirlos y cambiar. Las acciones pequeñas a gran escala pueden ser sumamente poderosas. Entre cuates, le decimos “el efecto hormiga”
Pensando en ello y en las otras necesidades emergentes que se nos plantean en la actualidad, y recordando a la WWF y su campaña DALES CHAMBA, fui al Tianguis de Cholula a pedir consejo de la raíz. Me topé con la señora Rosario Flores Paredes, una comerciante del tianguis que vende frutas y verduras. Le pregunté si conocía alguna receta que se hiciera con los alimentos de la región. Su cara fue de una señorial obvies, miró todo ese bufet de alimento y dijo que todos los alimentos vienen de comunidades cercanas que ellos los obtienen de la tierra. El jitomate, por ejemplo, viene de Santa María Acuetxcomac, los tomates de San Gerónimo Tecuanipan y la cebolla de Santa Isabel Cholula. Después de, me dio su receta. La cual les comparto:
Picadillo de calabacitas.
Ingredientes:
1/2 kg de calabacitas
1/2 kg de jitomate
2 elotes
pipiche o epazote
cebolla y ajo
sal al gusto
Procedimiento.
1. Se sofríe la cebolla y el ajo en tantito aceite.
2. Se pican y se mezclan todos los ingresientes.
3. Se espera a que el jitomate suelte “su jugo”, no le vallas a echar agua.
4. Y ya lo sirves.
Fue la utopía de cualquier educador, fácil, concreto, formativo y trascendente. Comprar en un tianguis realmente ayuda a la comunidad y al planeta. Un conocimiento simple, que surge de las familias y nos trasgrede nuestras necesidades. Estoy seguro que muchas historias y cosas que hacemos son eficaces contra el cambio climático, pero no sabemos que lo son, es bueno cuestionarse lo que estamos haciendo mal y cambiarlo, del mismo modo vale la pena valorar las cosas que se hacen bien en nuestra comunidad, que necesitan impulso y proyección, entender que los cambios de paradigma llevan un tiempo de maduración y que hay que buscar objetivos reales, que nos lleven a la sociedad sostenible que tanto necesitamos.
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